SALVAJE HUMANIDAD por E.F.B.

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Tengo que confesarlo: a medida que me hago más mayor, se incrementan en mi persona los índices de sensibilidad que contribuyen al sufrimiento. Cada día me noto más afectado por comportamientos de mis congéneres que, indiscutiblemente, nacen de una soberana estupidez; y lo que es peor, viendo cómo actúa una considerable parte del grupo, temo, que en algún momento yo mismo pueda ser uno de los actores en la comparsa de la gilipollez; si es que no lo soy ya.

Cuando veo esas imágenes de “ultras” de los equipos de fútbol europeos faltando al respeto a todo el que se pone por delante, destrozando el mobiliario urbano de ciudades en las que van dejando su vandálica huella y a las que, además, imprimen en su memoria una falsa imagen de lo que significan sus países de procedencia, no puedo por menos que verme invadido de incomprensión.

Soy un seguidor insaciable de los documentales sobre naturaleza, y deben ser miles, los de animales salvajes que colecciono con interés en los archivos de mi mente. He visto escenas escalofriantes de cuando, por ejemplo: el predador le da alcance a su presa extenuada y con dolorosos ataques va inutilizando las defensas de su víctima, clavando sus fauces en la carne vida que desgarra sin piedad. O las peleas feroces entre leones por asuntos territoriales en los que la supervivencia juega el papel fundamental. Es apasionante entender las motivaciones, que mueven a estos animales – que no hacen nada porque sí- a convertirse en “asesinos” justificados por la propia ley natural.

Sin embargo, las variantes del comportamiento humano parecen cada vez más inescrutables; cada vez se entienden menos los motivos por los que actúan algunas “jaurías” de bípedos pertenecientes al grupo de la humanidad.

Casi siempre intento mostrar respeto hacia cualquiera que se piense o actúe de modo diferente a como lo pueda hacer yo, entre otras cosas porque no soy dueño ni tan siquiera accionista de la verdad universal. No me considero tampoco discriminatorio con quienes defienden actos o ideas distintas a las mías, a pesar de aparentar contradicción cuando me esclavizan mis propias palabras, sobre todo en reuniones acaloradas en las que meto mucho la pata al esgrimir mi poco cuidado lenguaje coloquial. Pero se me hace cuesta arriba respetar a quienes, en el siglo XXI, aún pretenden imponer sus criterios a fuerza de brutalidad.

La raza humana destaca sobremanera por ser transmisora del conocimiento conquistado a través de milenios, y que sirve –o debería servir- para determinar la grandeza de una especie en cuyas acciones se encontrarían las claves del imprescindible equilibrio natural. Sin embargo, no paramos de comportarnos como unos “bichos” maquiavélicos, destructores y dañinos hasta el “no va más”. Para las religiones que contemplan finales apocalípticas, sin duda, el hombre representa la semilla indiscutible de una segura consecución.

Ya sé que este tipo de discursos es muy antiguo, como también sé que sigo ignorando cuál es la solución. Pero no dejo de sobrecogerme ante sucesos como la reciente “matanza de Orlando”, el drama continuo de molles de refugiados que huyendo de la muerte se ven atrapados por la misma sin piedad, las peleas entre “hinchas” del fútbol antes y después de la sana competición; por no extenderme en lo que sería la “enciclopedia de desaciertos humanos” jamás escrita y cuyas páginas viajarían más allá de la eternidad.

En definitiva, supongo que deberé seguir indagando en uno de los mayores misterios de la historia de la vida en la tierra. Desde luego no voy a renunciar a ver los telediarios porque soy de los que necesitan saber cómo está el mundo, pero la opción de los documentales sobre animales salvajes estará antes en mi lista de favoritos; decimos de ellos que son menos inteligentes que nosotros, pero, a veces, cuando me miran – sobre todo el caso del león – sus ojos parecieran transmitir el siguiente mensaje: “eso está por ver”.

Así que seguiré intentando aprender del resto de especies inferiores por si sucediese que tanta elevación interaminal afecta a la presión sanguínea y es por eso que no somos como deberíamos ser. Quién sabe si en el mundo de las fieras hallo iluminación a tan desazonadora oscuridad. Porque de verdad, no comprendo hacia dónde camina… ¿cuáles son los designios de mi propia raza? Y no solo es que no lo comprenda, además, me pregunto: ¿existe una manera humana de poderlo comprender?.

E.F.B.  


2 respuesta a «SALVAJE HUMANIDAD por E.F.B.»

  • Txema

    Entre fieras anda el juego, y tú eres un monstruo en el mejor de los sentidos. Siempre pensé que eras una «rara avis» por tener esas facultades sin una formación profunda, y mira tú por donde resulta que la genética tiene algo que ver. Lo dicho, sabia naturaleza, que pare leones que saben mirar. Un abrazo enorme.

  • alfonso

    Queridissimo primo, nuevamente vuelvo a leer uno de tus impresionantes y reflexivos artículos y no dejo de asombrarme de lo bien que reflejas la realidad existente fuera del lugar en el que te encuentras, ello sin duda se debe a la maravillosa, impresionante y lúcida mente que te fue atribuída por la naturalez desde el momento de nacer. REalmente la sociedad y las personas individualmente deberíamos continuar con nuestra evolución y convertirnos en mejores seres de lo que hemos sido anteriormente, pero por extrañas circunstancias que residen en el interior de nuestro cuerpo, parece que el ser humano siempre sera un lobo para el hombre, y que sus esfuerzos irán dirigidos a la destruccion de todo lo que le rodea. lamentablemente parece ser ese el camino elegido por la humanidad, veremos dónde nos lleva. Un fuerte abrazo y besos

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