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LA CARITA DE AYLAN por EL LOBO TXAPELA

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El mar, las olas del mar, que tantas cosas bonitas evocan, esta vez traían un cuerpecito inerte. No una botella tapada con un corcho y con un esperanzador mensaje dentro, sino un niñito de tres años sin vida.

Hasta que esta horrible imagen no ha dado la vuelta al mundo, de televisión en televisión, no se han revuelto los sentimientos del primer mundo ni se han removido las conciencias de los cómodos.

Que paradojas tiene la vida, con su camisetita roja y un pantaloncillo azul, como la brillante selección española, sin embargo con el dinero que la selección española gasta en un día, Aylan hubiera costeado su educación primaria y quién sabe si alguna cosa más.

No pretendo con este artículo profundizar en política, ni ir de rojo profundo aprovechando la ocasión, pero sí me gustaría despertar el sentido común. En la tierra del pequeño protagonistas de esta historia hay una guerra, ni mejor ni peor que cualquier otra guerra, las guerras no son ni mejores ni peores, la guerra es el único juego en el que pierden todos, y aunque la humanidad lo sabe desde hace miles de años, sigue jugando, claro! Lo que sí es la guerra, es un gran negocio.

Dicen los medios de comunicación que el papá de Aylan ha recibido en tres días más ayudas y atenciones que en toda su vida, ahora ¿para qué? Si ya ha enterrado a sus hijos y a su esposa.

El mar se tragó primero, y vomitó después a un pequeñín de tres años que estaba contentísimo, porque se iba de viaje, seguro que en su envidiable imaginación, él pensaba que llegaría a un lugar lleno de juguetes, lleno de mayores que le querrían un montón, a un lugar lleno de posibilidades, un mundo con una textura suave y dulce, pero no, lo último que ha saboreado ha sido la textura áspera y salada de la arena de la playa.

Aún así y según las imágenes de los informativos, parece que a última hora la carita de Aylan nos estaba mirando a todos, parecía saltarse el pixelado de las nuevas tecnologías y nos miraba diciendo: “No, no estoy muerto, solo estoy en otro lugar, en un universo paralelo al que vamos los niños cuando nos vamos”.

“Y ahora ¿qué vais a hacer?, ¿vais a esperar a que mis amiguitos también den con su carita en tierra, o vais a entender que no vengo por capricho, sino que huyo de la guerra y necesito ayuda, necesitamos ayuda?

Yo entiendo a todo el mundo, hay una crisis grandísima, gran parte de los hogares europeos están “a la quinta pregunta”, vamos, que muchos dirán: “pero si no tengo ni para mí mismo”. De acuerdo, pero entendamos que este éxodo masivo que se está dando en el mundo, motivado por la guerra, por el hambre, por los abusos del poder y por tantos y tantos motivos, necesita una respuesta, en forma de conciencia y aportación colectiva o en forma de cada uno que haga lo que pueda, pero esto no puede seguir así.

La carita y el alma de este niño nos ha mirado a todos, nos ha recordado que antes que él han muerto muchos niños, que quizá no han salido en la tele, pero que han corrido su misma suerte. Que después de que aquel policía larguirucho retirara su cuerpo de la arena han seguido muriendo más niños, más mayores, más inocentes, en fin, que no quiero que esto parezca un sermón al uso, al fin y al cabo yo solo soy otro cómodo más que me paso la vida quejándome porque estoy preso y bla, bla, bla. El pequeño Aylan ya no se queja de nada.

Como sé que es musulmán, solo que meda decir que Alá El Grande, se apiade de su alma y juegue mucho con él en el Paraíso.

Por El Lobo Txapela