Durante las última semanas me vienen una y otra vez a la memoria dos viejas canciones, y no dudo que ello está íntimamente relacionado con algunos acontecimientos calificados de históricos, sucedidos durante este mes de junio de 2014.
La primera canción es de Serrat “Temps eran Temps”, y en ella somos transportados a los años del “un grande y libre”, el consultorio radiofónico de Elena Francis, los trapicheos del estraperlo y la magia culé de César, Kubala y Manchón. En la segunda canción, Sabina nos permite volver a recorrer Madrid en automóviles propulsados con gasógeno, ir de tapas a Los gabrieles o la Cava Baja, pasar por Chicote a tomar un coctel y revivir la tarde en que “Islero” tiñó de rojo el albero del coso de linares con la sangre de “Manolete” aunque él no fuera vestido de “Purísima y Oro” (que así se titula esta canción).
Pero por más que estas canciones me rondan la cabeza a todas horas, como ya he dicho, yo no viví nada de lo que narran; mis recuerdos son algo más recientes y también cada vez más lejanos.
Los de mi generación jugábamos a las películas con el “Cine-Exin”, a las carreras de F1 con el Scalextric, al fútbol en la playa con un balón de Nivea y a revivir las arriesgadísimas aventuras de los Chiripitifláuticos, Viki el Vikingo y Mazinger Z. Poco a poco fuimos creciendo entre historieras del TBO, Flash Gordon, Sacarino, Naranjito y Mortadelo y Filemón, los libros de Guillermo el Travieso, Los cinco y Julio Verne, y las aventuras de Tintín, Asterix y Obelix, hasta que, sin darnos cuenta los fuimos dejando atrás para convertir en nuestros héroes a Indiana Jones, Los Goonies, ET o Han Solo, y en chica de nuestros sueños a un híbrido perfecto de Bo Derek, Kim Bassinger y Olivia Newton-John.
A partir de ahí la vida se aceleró y nos hicimos más mayores de lo que realmente éramos subidos en los lomos de una vespino, una derbi diablo, o una puch-minicross, viviendo tan deprisa como pudimos una adolescencia que durante el curso académico estaba llena de discotecas en los bajos de la calle Orense, minis en el parador de la Moncloa y leche de pantera en el Chapandaz, hasta que con la llegada del verano trasladábamos nuestro teatro de operaciones a las playas de Gandía, Peñíscola, Ibiza o Ribadesella. Eso sí, veranos de playa con libros de texto y apuntes para intentar sacar en septiembre las asignaturas que habíamos “cateado” en junio, incapaces de aprobar física ni siquiera con una HP programable o matemáticas con una casi Fx último modelo.
Todos nosotros crecimos muy rápidamente y, ahora que lo recuerdo, creo que la mayoría lo hicimos sin darnos cuenta ni ser demasiado conscientes de ello. Quizás por eso, poco tiempo después empezamos a escuchar las canciones de Sabina, de Serrat y a Lucio Dalla con su “L´Anno che verrá”. Quien más, quien menos, empezamos a sentirnos parte de una generación a caballo, una generación “X”, una generación algo (o mucho) perdida.
Nacimos en un país en el que un tipo autoproclamado “caudillo” al golpe de las “leyes fundamentales” de un “movimiento nacional” que tuvo a bien sacarse de su excelentísima y castrense manga. En nuestros primeros años de escuela aprendimos a cantar el “Cara al sol” y “montañas nevadas”, posteriormente, como yendo de oca a oca y tiro porque me toca, nos cambiaron la letra y la música por la de “libertad sin ira” hasta que alguien entró al congreso casi de puntillas y nos quiso hacer callar al grito de “quieto todo el mundo”, y el tableteo de unas ráfagas de ametralladora que nunca habíamos escuchado antes de aquel 23 de febrero.
Ahora que miro atrás, parece que entonces la historia pisó a fondo el acelerador para recuperar algo de tanto tiempo perdido y después del 23-F llegaron la OTAN, La Comunidad Europea, La EXPO, Las Olimpiadas y el Euro.
Dejamos de ser la “furia española” que siempre perdía en cuartos de final, para convertirnos en “la Roja” que además de llegar a finales hasta las ganaba. Figuras como Abel Antón, Sergi Bruguera, Lorenzo Rico, Sito Pons, Epi, Corbalan y los Sánchez Vicario, allanaron el camino de los Fermín Cacho, Enric Massip, Marc Márquez, La Bomba Navarro, Rafa Nadal y Pau Gassol.
Nuestro mundo, el mío, más que cambiar fue reinventado (aparentemente a mejor) tanto como mejor parecía ser una monarquía constitucional respecto del régimen de un dictador.
Quizás por tener esta forma de ver las cosas, ni siquiera ahora que escribo desde el Módulo 10 de Soto del Real, creo que cualquier tiempo pasado haya sido mejor.
Creo en mi presente y, por encima de todo, en nuestro futuro, porque aún siendo desconocido e incierto a todos nosotros nos devolverá nuestro más preciado tesoro: la LIBERTAD.
Por F.J.L.M.