Ahmadi Oil Fields, Kuwait, 1991
Sandwiched between blackened sand and sky, camels search for untainted shrubs and water in the burning oil fields of southern Kuwait. Their desperate foraging reflects the environmental plight of a region ravaged by the gulf war. Canby, Thomas Y. (August 1991).
«The first Gulf War taught us a new lesson in unconventional conflict. Saddam Hussain’s army filled the skies of southern Kuwait with black poignant smoke from the burning oil lines. It was a powerful, debilitating symbol. And there was another. McCurry, who was covering the war, saw camels running in terror from the fires. Both images -whether of the fires or of the animals- were powerful representations of the chaos of that time. Central to McCurry’s reputation as a journalist is his discipline to wait, and to search, and then to recognize the most telling image. The juxtaposition of the fire and smoke and camels running amok creates an icon of that war.» – Phaidon 55
National Geographic, Vol. 180, No. 2, 2-3, 2005, August 1991, The Persian Gulf: After the Storm, Phaidon, 55, Iconic Images, final book_iconic, final print_milan
En mi opinión, esta perla histórica viene sirviendo de escenario para que el humano muestre el desprecio hacia sus semejantes, cuando de por medio hay intereses económicos que pueden reforzar el poder mundial.
Sobre todo en las últimas décadas, la que fue Mesopotamia y cuna de grandes civilizaciones antiguas, ha sido convertida (en un amplio sentido de la palabra) en un gran polvorín.
La Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias hicieron que (entre otros) británicos y americanos “echasen el ojo” a un “caramelo de comercio” que las entrañas de esta tierra, esconde en forma de recurso natural. Dos palabras que encierran grandes significados: “petróleo y religión”, junto al interés desmedido, sirven como ingredientes de un cóctel muy tóxico y de difícil digestión.
Ciñéndome a los acontecimientos más recientes vividos en este país asiático, me vienen a la memoria distintos sucesos contenciosos en los que la población iraquí ha sido, y es, la gran perdedora. Lejos ya la guerra de finales del XIX entre ingleses y alemanes por la explotación de petróleo, en el 45 se producen graves revueltas en el Kurdistán apoyadas por la U.R.S.S. con igual intención.
Más tarde (1948), otro conflicto bélico envuelve a Irak contra Israel, cuando ésta última es invadida tras declararse independiente. Después en los 70, una guerra altamente destructiva, enfrenta a los iraquíes durante años con el vecino Irán.
El gobierno de Sadam Hussein crea una oligarquía militar que pretende inventar una suerte de democracia “amparada” bajo un mando dictatorial, ejerciendo un poder que se presume a perpetuidad. Sumido también en afanes imperialistas, este “dictador republicano” dará sus primeros tropiezos en un intento de expansión territorial.
Con el argumento de que se está llevando a cabo una excesiva explotación de petróleo, lo que a su vez pone en riesgo la estabilidad económica de los países productores, en agosto de 1990, el presidente iraquí ordena invadir a su vecino Kuwait que se rinde a las fuerzas de Sadam por absoluta desigualdad de poderío militar. Durante seis meses permanece anexionada a la que, en ese trance temporal, es considerada decimonovena gobernación de Irak. Esta acción dará lugar a la intervención de miembros de la ONU en lo que se conoce como “Primera Guerra del Golfo” que devolverá su soberanía a Kuwait, replegándose el contingente iraquí.
Sin embargo, la mezcla “petróleo-religión” comienza a causar mella en el orden mundial, cuando países occidentales tienen su seguridad “puesta en jaque” ante la amenaza de elementos radicales educados en el fanatismo ciego, conseguido con la manipulación interesada que se hace de las enseñanzas del Islam.
En el “tablero de juego” de los que ostentan poder, Sadam Hussein es ya objetivo del “clan Bush”, a quienes se les conocen intereses empresariales en las petrolíferas, con la particularidad de que ambos alcanzaron la presidencia del país que abandera el poder mundial. Miedosos de una reválida que en referéndum aprueba el pueblo iraquí para que su presidente amplíe su mandato por siente años más, y con la excusa de incumplir las resoluciones impuestas por la ONU en lo referente a la destrucción de arsenal químico, biológico y nuclear, en 2002, una coalición liderada por EEUU vuelve a intervenir el Irak. Sin que pudiera demostrar la certeza del argumento esgrimido como justificante de dicha intervención, lo cierto es que la que fue “Segunda Guerra del Golfo” supuso el derrocamiento y caída del régimen de Hussein.
Un intento que de momento ha caído en “saco roto”, parece ser el de instaurar un gobierno estable que permita el desarrollo de Irak y pueda conllevar la paz a la región, lo cierto es que, “vaya usted a saber” quién anda detrás de la bandera negra del “Estado Islámico” y qué oscuros intereses mueven los hilos de una cruel marioneta que no parece entender de cultura, ni por supuesto, de humanidad. Es verdad que todo incita a pensar que es “más de lo mismo”, cuando el ave abandona su lugar en la bandera de cualquier imperio y se mezcla en el grupo de carroñeros al olor de aquello que la sabia naturaleza quiso enterrar.
Unos se postran con disimulo mirando hacia La Meca con falsas alabanzas a Dios, los otros se llenan la boca de luchar por la libertad; embusteros profesionales que, como la maldición, no parecen querer abandonar Irak.
En mi opinión, esta perla histórica viene sirviendo de escenario para que el humano muestre el desprecio hacia sus semejantes, cuando de por medio hay intereses económicos que pueden reforzar el poder mundial.
Sobre todo en las últimas décadas, la que fue Mesopotamia y cuna de grandes civilizaciones antiguas, ha sido convertida (en un amplio sentido de la palabra) en un gran polvorín.
La Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias hicieron que (entre otros) británicos y americanos “echasen el ojo” a un “caramelo de comercio” que las entrañas de esta tierra, esconde en forma de recurso natural. Dos palabras que encierran grandes significados: “petróleo y religión”, junto al interés desmedido, sirven como ingredientes de un cóctel muy tóxico y de difícil digestión.
Ciñéndome a los acontecimientos más recientes vividos en este país asiático, me vienen a la memoria distintos sucesos contenciosos en los que la población iraquí ha sido, y es, la gran perdedora. Lejos ya la guerra de finales del XIX entre ingleses y alemanes por la explotación de petróleo, en el 45 se producen graves revueltas en el Kurdistán apoyadas por la U.R.S.S. con igual intención.
Más tarde (1948), otro conflicto bélico envuelve a Irak contra Israel, cuando ésta última es invadida tras declararse independiente. Después en los 70, una guerra altamente destructiva, enfrenta a los iraquíes durante años con el vecino Irán.
El gobierno de Sadam Hussein crea una oligarquía militar que pretende inventar una suerte de democracia “amparada” bajo un mando dictatorial, ejerciendo un poder que se presume a perpetuidad. Sumido también en afanes imperialistas, este “dictador republicano” dará sus primeros tropiezos en un intento de expansión territorial.
Con el argumento de que se está llevando a cabo una excesiva explotación de petróleo, lo que a su vez pone en riesgo la estabilidad económica de los países productores, en agosto de 1990, el presidente iraquí ordena invadir a su vecino Kuwait que se rinde a las fuerzas de Sadam por absoluta desigualdad de poderío militar. Durante seis meses permanece anexionada a la que, en ese trance temporal, es considerada decimonovena gobernación de Irak. Esta acción dará lugar a la intervención de miembros de la ONU en lo que se conoce como “Primera Guerra del Golfo” que devolverá su soberanía a Kuwait, replegándose el contingente iraquí.
Sin embargo, la mezcla “petróleo-religión” comienza a causar mella en el orden mundial, cuando países occidentales tienen su seguridad “puesta en jaque” ante la amenaza de elementos radicales educados en el fanatismo ciego, conseguido con la manipulación interesada que se hace de las enseñanzas del Islam.
En el “tablero de juego” de los que ostentan poder, Sadam Hussein es ya objetivo del “clan Bush”, a quienes se les conocen intereses empresariales en las petrolíferas, con la particularidad de que ambos alcanzaron la presidencia del país que abandera el poder mundial. Miedosos de una reválida que en referéndum aprueba el pueblo iraquí para que su presidente amplíe su mandato por siente años más, y con la excusa de incumplir las resoluciones impuestas por la ONU en lo referente a la destrucción de arsenal químico, biológico y nuclear, en 2002, una coalición liderada por EEUU vuelve a intervenir el Irak. Sin que pudiera demostrar la certeza del argumento esgrimido como justificante de dicha intervención, lo cierto es que la que fue “Segunda Guerra del Golfo” supuso el derrocamiento y caída del régimen de Hussein.
Un intento que de momento ha caído en “saco roto”, parece ser el de instaurar un gobierno estable que permita el desarrollo de Irak y pueda conllevar la paz a la región, lo cierto es que, “vaya usted a saber” quién anda detrás de la bandera negra del “Estado Islámico” y qué oscuros intereses mueven los hilos de una cruel marioneta que no parece entender de cultura, ni por supuesto, de humanidad. Es verdad que todo incita a pensar que es “más de lo mismo”, cuando el ave abandona su lugar en la bandera de cualquier imperio y se mezcla en el grupo de carroñeros al olor de aquello que la sabia naturaleza quiso enterrar.
Unos se postran con disimulo mirando hacia La Meca con falsas alabanzas a Dios, los otros se llenan la boca de luchar por la libertad; embusteros profesionales que, como la maldición, no parecen querer abandonar Irak.
Por E.F.B.