“No eres más bobo porque no te entrenas”. – Fue lo que le dijimos a nuestro amigo después de la noticia que, con cara más bien desencajada y con expresión de resignación, Monchito compartió con nosotros y que, de manera detallada, relato en el desenlace de esta historia.
Llegó a oídos de Moncho, que una joven ragazza del módulo 13 sentía atracción para con su persona. Su nombre era Chanel (nombre hortera donde los haya). Este rumor despertó la curiosidad del joven y fue lo que provocó que a partir de aquel fatídico momento su estancia en prisión se convirtiera durante unos meses en un cóctel de frustración bien sazonado con ansiedad, angustia y desaliento.
Como no podía ser de otra manera y dada su situación de recluso, en un principio estos rumores fueron una pequeña vitamina para su limitada autoestima. Pero como digo, solo en un principio.
“No te metas en líos” – le insistíamos. “Todas quieren lo mismo, tarjetas para el teléfono y tabaco. Además, tienes que ser consciente de que estás ya muy cerca de salir en libertad y e puedes meter en un lío”.
Pero el joven Monchito nunca hacía caso de los consejos de sus amigos y menos cuando sus neuronas acampaban plácidamente a lo largo y ancho de su entrepierna.
No me gusta hacer “spoiler” de mis relatos y mucho menos en el inicio de los mismos, pero en este caso me veo obligado a dar una pequeña pista y es que, entiendo que con acierto, decidimos motear a Moncho como el “pagafantas”. Es así como me referiré a su persona durante el resto de mi pequeña historia.
Pasaron unos días hasta que el joven “pagafantas” consiguió los datos de la joven admiradora. Sin dudarlo y sin demora, cometió la primera estupidez dentro de una lista de innumerables estupideces: escribirle una carta.
La respuesta no demoró en llegar a manos de nuestro amigo. Cierto es que conseguimos convencerle para que nos desvelase el contenido de la misma, y así dejándose arrastrar por la vanidad y con aire presuntuoso, accedió a nuestros deseos.
Y es que Monchito se sentía como un pavo real mientras nos desvelaba todas esas sentencias de amir que aquella carta contenía.
La joven, en su primer escrito, con cierta euforia le transmitía amor incondicional, expresaba lo feliz que era por haberle conocido y le pedía una ayudita, a pesar de que como ella decía, le producía mucha pena tener que utilizar ese recurso (pena es vergüenza en jerga latina). Que le ayudase o no, sus sentimientos hacia su persona no iban a verse afectados – concluía su petición.
Con la misma sutileza, le preguntaba sobre la posibilidad de que en su próximo permiso, tuviera a bien ir al notario con el objeto de hacer un documento, en el cual diese fe sobre su situación de pareja de hecho y así poder hacer vis a vis íntimos. Pagafantas estaba emocionado y no le faltó tiempo para responder ipso facto a tan suculento escrito.
Afortunadamente por esos devaneos del destino, conseguimos interceptar tan peligroso escrito. No solo lo interceptamos, lo extrajimos del sobre, lo leímos y visto lo visto, llegamos a la conclusión de que no solo definitivamente nuestro amigo era idiota, sino que la única solución posible para poder ayudarle era ineludiblemente cambiar esa carta por otra escrita de nuestro puño y letra. Y así lo hicimos. Trascribo a continuación el contenido de la misma:
“Hola mi amor, mi hermosa y bella princesa, corasonsito lindo:
Menudo calentón me ha producido leer tu carta. Estoy como gorila a punto de romper la jaula para acudir al encuentro de mi hembra en celo. La hembra eres tu amorsito mío (espero que con menos bello que un babuino ja,ja,ja). Mi amor, el babuino es un tipo de mono, concretamente un mandril.
Me gustó mucho platicar contigo en el socio cultural y más verte con ese vestido corto que llevabas y que consiguió encender mis más bajos instintos de animal salvaje que soy.
Sobre las cositas que me reclamas, pues va a ser que no. La plata la utiliso para mis cosas.
Te cuento, como quiera que me gustaría comensar una relación contigo basada en la confianza, el respeto y la sinceridad, hay algo que debes saber y que se trata de lo siguiente: hase seis meses, terminé una relasión con mi compañero de celda. La mantuve durante un año y aquello fue un desenfreno total. Supongo que estas cosas también te ocurren a ti (si es así por favor cuéntamelo bien detallado). Eso de la prisión es muy duro, te invade la soledad, la falta de cariño, y todo ello sumado a que somos débiles y muy sensibles, hace que ocurran estas cosas. Pero debes de saber, que ya no siendo nada por él. En toda mi vida, solo he tenido onse historias con hombres, no son muchas partiendo de que tengo 30 años. He tenido muchas más con mujeres pero siempre todas bastante alocadas y un tanto simples.
Yo lo que quiero es que seas consciente de que ahora solo me gustas tú, me traes loquito y me gustaría mucho que mi bisexualidad no sea una traba en esta bonita y nueva relasión. Te prometo fidelidad y si es necesario pues también pediría un cambio de selda para que no te surjan selos ni dudas por mi compañero y sobre mis más sinseros sentimientos hacia ti. Por otra parte, me gustan mucho los niños, igual que a ti, como me platicabas en tu carta y me fascinaría en el futuro tener muchos. Si es contigo mejor que mejor. Eso si, deberías saber que antes de cualquier contacto íntimo conmigo hisieras las pruebas del VIH. Ya sabes, no es por falta de confianza, pero las latinas sois muy fogosas y nunca se sabe.
Por último, tú sabes que aquí las noches son muy solitarias y ahora que estás en mi vida y sobre todo en mi mente, cuando te pienso, mi cuerpo se estremece con gran excitación y fasilidad por lo que si no te importa, me gustaría si pudieras enviarme una de tus prenditas íntimas para poder aliviar este desazón al sentir su tacto mientras te pienso. Gracias por comprenderme y espero con muchas ansias tu respuesta y esa prendita.
Pesos para mi amorsito.
PD: Amor lindo, me gusta mucho como eres pero si pudieras ponerte a dieta, solo una temporadita hasta bajar unos kilos, pos yo sería muy felis, ¿qué tal unos sinco? El diente y la muela que te faltan si tú quieres yo con mucho gusto te colaboro con el dentista porque me da mucha grima andar ahí en una boca con agujeros.
Vale, acepto. Quizá fuimos excesivamente crueles pero había que actuar y es del todo cierto que no esperábamos una reacción tan bélica hacia Pagafantas como la que recibió del módulo 13. La carta se extendió por el módulo de mujeres como una pandemia.
No había salida del módulo en la que Pagafantas no fuese abordado por alguna mujer reprochando enérgicamente la osadía, la desfachatez y el descaro que había tenido al enviar esa horrible carta. En la mayoría de los casos, estos abordajes iban acompañados de insultos como: “maricón, poco hombre, obseso, enfermo, muerde almohadas, muérete en el infierno” e incluso sucedió que en una ocasión una piedra pudo originar lo peor. Menos mal que Pagafantas es rápido de reflejos y pudo esquivar ese lanzamiento que sin duda le hubiese reventado las pelotas, lugar donde iba exactamente dirigido el proyectil.
Pagafantas estaba desolado, interiormente deshecho y era nimio que él sabía desde el primer minuto quienes habían sido los responsables de semejante desaguisado sentimental. Tuvo que transcurrir una semana para que volviese a dirigirnos la palabra.
Pero Pagafantas es hombre de labia ágil. Así que con mucho esfuerzo y tesón fue consiguiendo enderezar la situación y convencer a la joven herida y a la mayoría de sus compinches que todo había sido una broma suscitada por los “perrasos” de sus amigos. Pero la cosa no quedó ahí, no solo encarriló la situación, sino que aparentemente reforzó su idilio sentimental.
Nosotros seguíamos insistiendo, primero en el hecho de que todo había sido teatro. Nuestra teoría sostenía que desde el principio Channel supo que él no era el remitente de esa carta. Sin embargo era necesario hacer comedia melodramática apelando a los fáciles y maleables sentimientos de nuestro amigo, con el objetivo de alcanzar su único fin: que la relación ciajase y se consolidase sobre los grandes pilares del amor y que las ayuditas continuaran llegando. En segundo lugar, sería estúpido pensar que un par de encuentros de diez minutos, cuatro besos y un par de cartas, pudieran generar estos profundos y desgarradores sufrimientos emocionales. Teatro al más viejo estilo shakespiriano.
Pasaron varias semanas y durante los recesos de las clases, en el edificio del socio cultural, solíamos ver a este bobo en algunos recovecos abrazando a su supuesta “novia”. Muy abrazadito, reposando la cabeza en su hombro y con cara de “Alicia en el país de las maravillas”.
Esto es de llorar, pensábamos mientras le observábamos sucumbir a los encantos de la “lady”. “Pobre diablo” – suspiraba un colombiano – “menudo pringao”… “Dios mío vaya pillada” – murmuraba un funcionario.
Bien acertado es el refranero que dice: “más sabe el diablo por viejo que por diablo”, porque como era de esperar, llegó el día en que el universo nos diera la razón.
Pagafantas entró en el módulo con cara desencajada y expresión de resignación (ver línea 2, párrafo 2 del relato).
“Qué te pasa wey?! (expresión mexicana para preguntar ¿qué te pasa colega?).
“Esa pendeja…uf” – contestó muy rápido.
“¿Qué ha pasado Minchito? – pregunté mientras mordía mi labio inferior para poder contener la risa. Yo sabía lo que había ocurrido, todo el módulo 10 lo sabía ya. En realidad también el 12, 11, 8, 7, 5, 3, 2, 1, enfermería, módulo de aislamiento y, por supuesto, el 13.
“Me dicen y te aseguro son colegas de confiansa, que han visto a esa chingona dándose el lote con un moro en comunicaciones. Toditos abrasados y él ahí enredado en una teta y dándole trompa (en este caso, dar trompa significa que el moro le estaba metiendo la lengua hasta el final de la traquea). – pero no un día – comunicaba explicando la situación. “me disen que llevan así desde que ese perraso entró en prisión”.
“Ay Monchito, avisado estabas mi carnal, muy avisado”. Fingiendo con cierto desdén.
“Y fíjate wey, lo que más me jode es que me disen que ese hijo de la chingada llevaba puestos los sapatos que hise encargar a un tipo que salió de permiso. Esos que me pedía para el pinche de su hijo en la primera carta”. Fue el momento en el que ya no pude aguantar semejante descojono y solté una larga y potente carcajada. A él no le hizo nada de gracia y tuve que recobrar la compostura.
“Me estás diciendo que el morito llevaba puestos los zapatos que tú compraste para él hijo de esta chica?” – pregunté mientras me ponía rojo tratando una vez más de aguantar la risa.
“Sí mi carnal fíjate, todas esas tarjetas y cigarros que he ido comprando durante estas semanas….”
“¿Cuántas?… ¿Cuántas tarjetas?”- continué interrogando.
“Pos yo no sé pero muchas wey, muchas. Y muchas cajetillas de tabaco, más de 4 cartones”.
“¿Y qué más?” – pregunté fascinado con aquellas más que sorprendentes confesiones.
“Por el anticipo que le hice al dentista para que le pusiera los dientes y le tapara esos pinches orificios”.
“¿Cuánto? – Volví a preguntar consciente de que esta situación era lo más surrealista que había ocurrido desde que estoy en este sitio.
“Pos 1400 pesos” – contestó avergonzado.
“¿Quieres decir euros?” – pedí aclaración.
“Pos claro wey, euros”. Asintió afirmando. Así me dejó sin nada e plata para varios meses.
“Solo una pregunta más… ¿te la has tirado?”, pregunté esperando que quizá no obtendría respuesta.
“Pos obvio wey” – afirmó con seguridad.
“Monchoooo… a mí no me engañas!”.
“vale, no lo he hecho”. Finalmente lo admitió y continuó justificándose. “Pero estaba en ello y no hubo oportunidad”.
“Pues ni tan mal, Monchito, ni tan mal”, afirmé más bien aliviado.
Pasados unos minutos, un funcionario se acercó dirigiéndose a Monchito y le indicó: “Eh tú!, vete a comunicaciones, que te están llamando. Está el notario esperándote para que firmes un acta de no sé qué coño de parejas de hecho”.
Monchito salió del módulo arrastrando las suelas de los zapatos y más bien encorvado, como si la vida hubiese podido con él. Es probable que jamás hubiera pensando que acudir al notario le produciría tanta ansiedad, angustia y desaliento (ver línea 5, párrafo 2 de mi relato).
Con esta pequeña historia, no es mi intención desvalorizar a Monchito ni criminalizar a Chanel, simplemente valoren ustedes mismos si una prisión es un buen lugar para iniciar una relación sentimental.
En mi caso, me da que voy a esperar a salir de aquí. Me gusta más el número 5 de Chanel que el 13.
I.M.A.